Un arroz con bogavante, un estofado, unas buenas migas o una tosta para compartir. Si te apetece comer comida casera, de la de toda la vida, no puedes dejar de visitar La Boyería, en Pelahustán.

Pasión por lo que hace, profesionalidad a raudales y amor. El amor que pone Belén, su propietaria, en una profesión que le viene de siempre y que ha convertido en su forma de vida.

Sin duda, una parada obligada en este municipio de la comarca de Talavera de Reina y en el que para este verano se espera una gran afluencia de visitantes que volverán a sus raíces y muchos otros visitantes que buscarán la esencia y la magia que tienen nuestros pueblos.

Belén, ¿por qué elegiste Pelahustán?

Por un profundo amor a mi pueblo, a su historia, a sus raíces y, sobre todo, a sus tradiciones. Siempre he pensado que es una relación recíproca: mi pueblo me aporta y yo me entrego, porque este trabajo es una entrega constante y diaria. Me gustaría cada día poder contribuir a su crecimiento, a que cada vez tenga más vida, a que vuelva a ser el pueblo que fue.

Y, ¿por qué la hostelería?

Es un trabajo que conozco desde niña, siempre me ha gustado el trato con el público. La hostelería puede ser un trabajo hostil, pero tienes que saber por qué te gusta trabajar en el sector y debes siempre poner la parte positiva por encima de la parte negativa para que te compense.

¿De dónde viene este amor por la restauración?

Como decía, es algo que me viene desde la niñez. Cuando tenía dos años mis padres pusieron su primer negocio comercial; a los catorce años ya me inicié en la hostelería compaginándolo con estudios; a los 17 años mis padres abrieron un bar cervecería donde daban raciones. Mi madre cocinaba muy bien, ellos fueron los mejores maestros y también entonces compaginaba mis estudios en Administración y Dirección de Empresas con la hostelería.

La hostelería es un trabajo duro, entregado, pero, ¿compensa?

Sí, es duro. No todos los que se proponen trabajar en  la  hostelería,  y  me  refiero a ser  empresarios  de   la   hostelería,  lo consiguen. Hay que tener mucha psicología,  mano   izquierda   y   ser muy constante en tu trabajo. Sí compensa, a mí sí me compensa.  Pero es compensación, no es gratis. Tienes que dejar que tu  vida  gire  en  torno  a la hostelería, es como una vocación: primero tu trabajo, dar un buen servicio y luego tu vida.

Además, en estos tiempos complicados, ¿qué esperas de tu negocio en tu pueblo?

Espero que dé vida al pueblo, un servicio a lugareños y visitantes. Espero que todos ellos se sientan a gusto cuando están en mi negocio y que vuelvan, siempre que vuelvan.

Después de la situación que hemos vivido con el COVID-19, ¿Cuáles son las perspectivas para este verano?

Creo que podríamos vivir un verano como los de antes, con el pueblo habitado casi en su totalidad, aunque no tengamos piscina, ni cine portátil en un autobús. Pero siempre tendremos los muros, las albercas, las piscinas privadas y los bares del pueblo donde socializar, aunque se haga guardando las distancias.

¿Qué opinión te merecen las ayudas como las que ofrece el Grupo de Desarrollo Rural Tierras de Talavera?

Un apoyo muy grande económicamente. Además, también les tengo que agradecer su asesoramiento técnico y administrativo para que puedan concederte estas ayudas. Y ello, a pesar del mucho papeleo y de tener que hacer un desembolso que a veces no tienes porque debes pagar el proyecto en su totalidad y después recibes la ayuda.

¿Crees que son una buena herramienta para  fijar  población y que suponen un incentivo a todos aquellos empresarios que tengan en mente alguna acción?

Sin duda. Sí, son ayudas muy buenas para sacar adelante proyectos en zonas rurales. Eso sí, también creo que deberían ser ayudas un poco más flexibles para que puedan realizarse todos los proyectos que se presenten y de este modo puedan ser viables.